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Tómese un momento para reflexionar sobre lo que ha sucedido en América en los últimos 20 años. Considere el currículo cada vez más explícito sexualmente en nuestras escuelas públicas; escuche la retórica racial de los autoproclamados guerreros de la justicia social que están comprometidos a inflamar y propiciar la división racial; y observe las nuevas leyes que obligan a las universidades cristianas a comprometer su postura bíblica sobre el matrimonio y a rendirse ante la agenda LGBTIQ.
«Quiero inspirarlos a tener el coraje de caminar hacia el fuego y no huir de las llamas. Dios nos ha traído a este momento cultural, y nuestro futuro no puede darse por sentado. Como se ha dicho, “En tiempos de engaño universal, decir la verdad es un acto revolucionario”».
¿Quién hubiera creído alguna vez que llegaría el día en que los hombres afirmarían que también pueden dar a luz y menstruar, y por lo tanto deben luchar por la “equidad menstrual”? ¿O que se permitiría a dragqueens leer cuentos de hadas a niños muy pequeños en bibliotecas públicas? Este tipo de pensamiento y comportamiento sexualizado se está propagando rápidamente en las naciones obsesionadas con su exagerado énfasis en los derechos individuales para unos pocos selectos, a expensas de los derechos de otros.
A nosotros, los cristianos, se nos dice que, si queremos ser conocidos como buenos ciudadanos, debemos guardar nuestras opiniones anticuadas para nosotros mismos. Nos hacen sentir avergonzados de defender el matrimonio tradicional y la comprensión sana del género. Como ciervos atrapados en los faros, no sabemos muy bien qué hacer y si estamos dispuestos a pagar el precio de la fidelidad a las Escrituras. Nos avergonzamos y guardamos silencio.
Para resumir lo que dijo el Dr. Haddon Robinson: en el pasado, nosotros, como cristianos, siempre tuvimos la ventaja de “jugar de locales”. Sabíamos que en la multitud había personas del otro equipo que estaban en contra de nosotros, pero la multitud más grande del estadio estaba o a nuestro favor o indiferente a nuestro testimonio como cristianos. Todo eso ha cambiado. Ahora jugamos todos nuestros partidos en terreno enemigo. Una minoría está de nuestro lado mientras que la cultura más amplia se sienta en las gradas gritándonos epítetos odiosos, regocijándose con nuestras derrotas. Y los de la élite en los palcos de lujo los aplauden.
La Sombra Creciente del Marxismo Cultural
Un poderoso flujo cultural ha alimentado este río de lo políticamente correcto —la restricción de la libertad de expresión, un mayor control gubernamental, un creciente conflicto racial y la hostilidad hacia el cristianismo—. A la cabeza de estos ataques contra los valores tradicionales estadounidenses se encuentra una forma de marxismo que se enseña ampliamente en muchas universidades y es asumida por las élites como la teoría que mejor explica las desigualdades de nuestra sociedad y nuestra mejor esperanza para curarlas.
Debemos comprender que Marx tenía razón al señalar que la opresión existe, a menudo de formas horribles. Pero sus soluciones son completamente equivocadas y destructivas. Al ubicar el problema únicamente como la opresión sistémica externa entre clases y al ignorar la doctrina bíblica del pecado original y la responsabilidad individual, envió a sus seguidores por un camino de conflicto interminable y no resuelto.
La doctrina de que hombres y mujeres son iguales en todos los aspectos (de hecho, ahora nos dicen que incluso un hombre puede dar a luz a un hijo) es ahora un artículo de fe que impregna las mentes de muchos progresistas. Aquellos que celebran las diferencias entre feminidad y masculinidad se dice que están pasados de moda y desconectados del mundo como se supone que debería ser. Están “en el lado equivocado de la historia”.
Ay de aquellos que desafían la ortodoxia de que los roles y aptitudes de hombres y mujeres son intercambiables. Incluso en 2005, en una reunión académica, al presidente de la Universidad de Harvard, Larry Summers, se le preguntó por qué tan pocas mujeres habían recibido la tenencia en matemáticas y ciencias duras. Summers tuvo la osadía de decir que la razón podría ser debido a las habilidades variables de hombres y mujeres. “En el caso especial de la ciencia y la ingeniería, hay problemas de aptitud intrínseca, y particularmente de la variabilidad de la aptitud... estos pueden causar la diferente disponibilidad de aptitud en el extremo alto”.
«Y aún no hemos llegado al final. Se cruzarán nuevas barreras, se desarrollarán nuevas ideologías y se adoptarán nuevas leyes que se espera que los cristianos “acepten complacientes”».
Los medios de comunicación no solo reflejan la cultura, sino que también la dirigen; están a la vanguardia y se espera que los sigamos.
La Iglesia Silenciosa
Ha llegado el momento de que la iglesia tome la delantera y ocupe la posición moral elevada.
Nosotros, los que hemos sido testigos de la rápida transformación de nuestros países, nosotros, los miembros de la iglesia de Cristo, hemos permanecido extrañamente en silencio. Y con buena razón. Para nuestra vergüenza, tenemos miedo de la izquierda secular. Tememos ser malinterpretados por la prensa, vilipendiados por los grupos de interés especial y amenazados por los radicales. No hay alegría en ser llamados racistas, odiosos, intolerantes, homofóbicos o acusados de imponer nuestras creencias religiosas a los demás.
Cuando escribí un libro sobre La Verdad Sobre el Matrimonio entre Personas del Mismo Sexo, manifestantes llegaron a los escalones de la Iglesia Moody y gritaron maldiciones mientras destrozaban una copia del libro. Uno de los manifestantes gritó: “Me gustaría arrojar un ladrillo por una de las ventanas”.
«Claramente, el Dios soberano que conoce todas las cosas y planea todas las cosas nos ha preparado para este momento».
Estamos más listos de lo que nos damos cuenta para representar a Cristo en nuestra cultura fragmentada. Puede que no sepamos exactamente qué hacer, pero decimos con Josafat “nuestros ojos están puestos en ti”.
Este artículo está tomado del libro «No podrán silenciarnos» de Erwin Lutzer.