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Hoy en día sufrimos por la absurda idea de que existe un fuerte compromiso con la ortodoxia teológica por un lado y una disposición amable y bondadosa por el otro, y nunca se encontrarán. No sé exactamente de dónde proviene, pero puedes ver esta falsa dicotomía interactuar en tiempo real en las redes sociales y semana tras semana en muchas iglesias evangélicas.
Olvida eso. Sé exactamente de dónde proviene. Proviene de nuestro enemigo espiritual, el diablo, a quien, imagino, hay pocas cosas que le gusten más que hacer que los cristianos elijan entre una ortodoxia sin gracia y una etiqueta social sin convicción, y luego basen la credibilidad de la fe en nuestra elección. Pero tú y yo podemos desafiar al diablo y podemos desafiar al espíritu de la época que se desboca incluso en nuestras iglesias al obedecer correctamente al Señor, quien nos dice que los verdaderos adoradores adoran en espíritu y verdad (Juan 4:23).
Espíritu y verdad. Verdad y espíritu. Estos son inseparables, a diferencia de lo que podrías haber escuchado o lo que podrías suponer. Encontramos que se encuentran perfectamente, por supuesto, en nuestro Salvador sin pecado, el Hombre que era (y es) la Verdad misma, pero también la Vida. El Hombre que refutó la mala teología, corrigiendo errores doctrinales de líderes «conservadores» un minuto y errores doctrinales de líderes «liberales» al siguiente, y también tocó a los heridos, simpatizó con los quebrantados y fue condescendiente (en el buen sentido) con quienes se encontraban en los márgenes de la sociedad.
Y si mantenemos nuestros ojos en Jesús, veremos de inmediato que la sana doctrina y el fruto del Espíritu no son mutuamente excluyentes; más bien, lo primero está destinado a alimentar lo segundo, y lo segundo está destinado a adornar lo primero. De hecho, los fracasos en cualquiera de los «lados» socavan la credibilidad del otro. La sana doctrina da al carácter semejante a Cristo su forma adecuada, su columna vertebral. Y la semejanza a Cristo es la forma en que demostramos que nuestra sana doctrina no es simplemente una ideología vacía, no es simplemente para mostrarnos religiosos.
¿Qué es la teología?
La teología es el estudio de Dios y todas las cosas en relación con Dios. Cuando nos dedicamos a la tarea de la teología cristiana, es a Dios a quien buscamos. Junto al salmista, el teólogo cristiano declara: «¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra. Mi carne y mi corazón desfallecen; más la roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre» (Sal 73:25-26). Dios es el deseo del corazón del teólogo; Dios es la porción del teólogo. Aunque la teología trata una serie de otros temas —como la creación de todas las cosas, la redención de un pueblo pecador, el establecimiento de la Iglesia, la ética de una vida cristiana e incluso cómo todas las cosas llegarán un día a un glorioso final—, lo hace en primer lugar con Dios en el centro de nuestro pensamiento. Así que el estudio de la creación es el estudio de la obra de Dios. El estudio de la Iglesia es el estudio del pueblo de Dios. El estudio de la salvación cristiana es el estudio de la redención de Dios. Dios es el tema principal de la teología cristiana, y lo colocamos por encima de todo, poniendo todo lo demás en su lugar adecuado, sometido a Él.
«La teología es el estudio de Dios y todas las cosas en relación con Dios».
En resumen, cuando los cristianos dirigimos nuestra mente hacia las profundidades de Dios en la tarea de la teología, fijamos nuestra mirada en nada menos que en el Dios trino. ¿Por qué podría importar una comprensión completamente centrada en Dios de la teología para el comienzo de este libro? Colocar a Dios en el lugar adecuado como sujeto de la teología cristiana es de suma importancia, ya que hacerlo distinguirá la teología de todas las demás búsquedas intelectuales. Dios es más que un conjunto de hechos a examinar; es aquel que llama al cosmos con la palabra de su poder, y no solo será examinado, sino exaltado. Mientras que otros campos pueden llamar a sus estudiantes a estudiar proposiciones y sopesarlas, la teología cristiana llama a sus estudiantes a hacer más que sopesar afirmaciones de verdad, se les llama a adorar.
El objetivo de la teología es obtener una visión más clara de quién es Dios y lo que está haciendo en el mundo. Dado este objetivo, cuando hacemos teología correctamente, no debemos salir siendo la misma persona. A medida que la confusión sobre Dios da paso a la claridad y somos introducidos en la verdad de la fe cristiana, no podemos evitar ser moldeados y formados por ella. A lo largo de las Escrituras, cuando las personas son llevadas a la presencia de Dios, tienen fuertes consecuencias y reacciones. Piensa en Isaías, por ejemplo, quien en el capítulo 6 de su libro «vio al Señor» y a los ángeles que lo acompañaban. Estar en la presencia del Dios santo hizo que Isaías estallara en desesperación y confesara su maldad. Isaías clama: «¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos» (Is 6:5). O, pasando al Nuevo Testamento, piensa en Juan, quien en el libro del Apocalipsis tiene una visión del Señor y dice: «Cuando le vi, caí como muerto a sus pies» (Ap 1:17).
La presencia del Señor nos transforma. Cuando los pecadores entran en contacto con su gloria y majestuosidad, ya no serán los mismos. Aunque la teología no debe confundirse con la presencia real del Señor, si al hacer teología de manera adecuada aclara para nosotros la persona y la obra de nuestro Dios trino, debería producir un cambio dentro de nosotros. A medida que nos disponemos a renovar nuestras mentes y participar en el razonamiento teológico, nos adentramos en el mayor drama que el hombre conoce.
La presencia del Señor nos transforma. Cuando los pecadores entran en contacto con su gloria y majestuosidad, ya no serán los mismos.
El objetivo de este libro es detallar cómo esta transformación debería ser una transformación hacia la semejanza a Cristo, que conduzca al fruto espiritual. Para decirlo claramente, la vida de la mente puede y debe conducir al fruto del Espíritu. El resultado de la teología bien hecha debería ser amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza (Gl 5:22-23).
En este punto, es posible que te sientas tentado a afirmar que esto suena correcto y bueno para los teólogos, pero ¿qué tiene que ver conmigo? Si la respuesta a la pregunta «¿qué es la teología?» es «el estudio de Dios y todas las cosas en relación con Dios», entonces la respuesta a la pregunta «¿quién es un teólogo?» es simplemente «todos». Todos somos teólogos, sin excepción. El lector perspicaz puede ver cómo estas dos preguntas están relacionadas. Si la teología es el estudio de Dios, todos, cada uno de nosotros, tenemos pensamientos acerca de Dios. Incluso aquellos que afirman que no hay Dios están profesando una teología. No es una exageración decir que tú, lector, eres un teólogo. Ya sea que tus pensamientos sobre Dios sean elementales y estés en las primeras etapas de formar tus convicciones, o si la teología es una vieja amiga con la que has pasado mucho tiempo, eres un teólogo.
La pregunta de si eres un teólogo se ha resuelto para ti. Cuando piensas en Dios y hablas de Él, no puedes evitar ser un teólogo y participar en la tarea de la teología. La cuestión más pertinente, entonces, es si serás un teólogo bueno y fiel. ¿Pondrás tu mente en las cosas de arriba de tal manera que Dios y sus obras se vuelvan más claros para ti y sean un tesoro para ti?
Cuando piensas en Dios y hablas de Él, no puedes evitar ser un teólogo y participar en la tarea de la teología. La cuestión más pertinente, entonces, es si serás un teólogo bueno y fiel.
¿Qué le sucede a la teología hoy en día?
Otra queja potencial en este punto podría ser que tu experiencia con aquellos que practican la teología cristiana a menudo no puede ser descrita por esas virtudes que componen el fruto del Espíritu. Puedes venir a este libro con muchas palabras para describir a los teólogos, pero «paciente», «bueno» y «manso» podrían no estar entre ellas. Demasiadas personas han tenido una experiencia negativa con la teología o con aquellos que ostentan el título de teólogo.
Tal vez hayas visto que la teología se convierte en un instrumento de orgullo. En esta mala práctica de la teología, la acumulación de conocimiento se traduce en egos cada vez más inflados, y la búsqueda de la verdad es solo un afán por la autoimportancia. En lugar de dirigir nuestra vida intelectual hacia la búsqueda de otros, inclinamos a otros hacia la observación de nuestras capacidades intelectuales con la esperanza de recibir elogios que deberían ser dados al Señor.
Tal vez hayas visto que la teología se convierte en un sustituto de la santificación y la sabiduría. Existe la tentación de confundir la claridad y la confianza teológicas con la sabiduría cristiana. Sin embargo, una devoción sincera al Señor no se mide por la memorización de la jerga y la lógica teológica. Dios puede usar la teología como un medio de santificación, y parece que a menudo se complace en hacerlo. La santificación cristiana es integral, y aunque la teología es un ingrediente necesario, no es en sí mismo un ingrediente suficiente. La vida cristiana exige una madurez y sabiduría multifacéticas en las que se nos llama a amar al Señor, no solo con toda nuestra mente, sino también con todo nuestro corazón, toda nuestra alma y toda nuestra fuerza (Dt 6:4-7; Mt 22:37-40; Mr 12:30-31; Lc 10:27).
Este artículo está tomado del libro «La teología fructífera» de Ronni Kurtz.