R. C. Sproul

Basado en el libro «Cómo estudiar e interpretar la Biblia»

 

Nuestras mejores intenciones con frecuencia se debilitan por estados de ánimo y caprichos. Y aunque en el camino tomamos la decisión de estudiar la Biblia, muchas veces este propósito queda a un lado por diferentes razones.

 

Dos mitos

Estas "razones" con frecuencia contienen mitos que llegan a convertirse en aforismos a fuerza de mucha repetición.

 

Mito 1

La Biblia es muy difícil de entender para una persona normal

«Cada vez que trato de leerla no la entiendo».

 

-Si podemos leer el periódico, podemos leer la Biblia-.

 

La gente dice: "Sé que no puedo estudiar la Biblia, porque cada vez que trato de leerla no la entiendo". Cuando alguien dice eso, quizás espera escuchar: "Está bien, te entiendo. Realmente es un libro muy difícil, y, a menos que te hayas preparado en un seminario, quizás no deberías acercarte a él." O tal vez desea oír decir: "Lo sé, es muy sombrío, muy profundo. Te admiro por tus incansables esfuerzos, tu trabajo tenaz por tratar de resolver el enigma místico de la Palabra de Dios. Es triste que Dios haya escogido hablarnos en un lenguaje tan obscuro y esotérico que sólo los sabios lo pueden captar". Esto, temo, es lo que muchos desearíamos oír. Nos sentimos culpables y queremos acallar nuestras conciencias por descuidar nuestro deber como cristianos.

 

Cuando expresamos este mito, lo hacemos con una facilidad asombrosa. Este mito se repite tan frecuentemente que no esperamos que sea puesto en tela de juicio. Sin embargo, sabemos que como adultos maduros en la civilización occidental podemos entender el mensaje básico de la Biblia. Si podemos leer el periódico, podemos leer la Biblia.

 

De hecho, me atrevería a decir que hay palabras y conceptos más difíciles que se expresan en la primera plana de un periódico que en la mayoría de las páginas de la Biblia.

 

Mito 2

La Biblia es aburrida

«Supongo que pueda entenderlo, pero francamente ese libro me mata de aburrimiento»

 

-Es más fácil leer el periódico que estudiar la Biblia-.

 

La preponderancia del aburrimiento que la gente experimenta con la Biblia la advertí hace varios años al ser contratado para enseñar las Escrituras en una universidad cristiana. El presidente de la institución me llamó por teléfono y dijo: "Necesitamos alguien joven y estimulante, alguien con un método dinámico que pueda darle vida a la Biblia'". Tuve que forzarme a comerme mis palabras.

Quería decir: "¿Usted quiere que le dé vida a la Biblia? No sabía que estuviera enferma. ¿Qué doctor la atendió antes de su fallecimiento?" No, no puedo darle vida a la Biblia para nadie. La Biblia está viva. A mí me hace cobrar vida.

 

Cuando las personas dicen que la Biblia es aburrida me hacen preguntarme por qué. Los personajes bíblicos están llenos de vida. Existe una pasión especial en cuanto a ellos.

 

Sus vidas revelan drama, aflicción, lascivia, crimen, devoción, y todo aspecto concebible de la existencia humana. Hay reprimenda, remordimiento, contrición, consuelo, sabiduría práctica, reflexión, psicología, y, ante todo, verdad. Quizás el desinterés que algunos experimentan, se deba a lo anticuado del material que puede parecemos ajeno. ¿Cómo se relaciona la vida de Abraham, que vivió hace tanto tiempo y tan lejos, con nosotros? Aunque su ambiente fuese diferente al nuestro, sus luchas e intereses son muy semejantes.

 

La claridad de la Escritura

En el siglo XVI, los reformadores declararon su entera confianza en lo que denominaron la "perspicuidad" de la Escritura. A lo que se referían con ese término técnico era a la claridad de las Escrituras. Afirmaban que la Biblia era clara y lúcida. Es lo suficientemente sencilla para que cualquier persona letrada pueda entender su mensaje básico. Esto no significa que todas las partes de la Biblia sean igualmente claras o que no haya en ella pasajes o secciones difíciles. Los laicos sin preparación en cuanto a lenguas antiguas y los aspectos críticos de la exégesis pueden tener dificultad con algunas partes de la Escritura, pero el contenido esencial es lo suficientemente claro para ser entendido con facilidad. Latero, por ejemplo, estaba convencido de que lo que era oscuro y difícil en una parte de la Escritura, se afirmaba con mayor claridad y sencillez en otras partes de la Escritura.

 

 

Algunas partes de la Biblia son tan claras y sencillas que resultan ofensivas, para aquellos que sufren de arrogancia intelectual. 

 

Si usted es uno de esos que se ha pegado de los mitos del aburrimiento o la dificultad, probablemente se deba a que usted le ha atribuido a la totalidad de la Escritura, lo que ha encontrado en algunas de sus partes.

 

Si usted encuentra difíciles y complicadas algunas porciones de la Escritura ¿debe deducirse que la totalidad de la escritura es aburrida e insípida?

 

El cristianismo bíblico no es una religión esotérica. Su contenido no se oculta tras símbolos vagos que requieren de algún tipo de “ingenio” especial para captarse. No se requiere ninguna especial proeza intelectual ni algún don espiritual para entender el mensaje básico de la escritura. 

 

La Biblia habla de Dios con patrones de lenguaje significativos. Algunos de esos patrones podrán ser más difíciles que otros, pero no llevan la intención de ser frases disparatadas que solo un “gurú” puede entender. 

 

 

El problema de la motivación

Es importante observar que el asunto más importante como cristianos, no es cómo leer la Biblia sino cómo estudiar la Biblia. Hay mucha diferencia entre leer y estudiar. Leer es algo que puede hacerse pausadamente, estrictamente como pasatiempo, en una forma casual y desenvuelta. Pero el estudio sugiere labor, trabajo serio y diligente.

 

Por tanto, he aquí el verdadero problema de nuestra negligencia. Fallamos en nuestro deber de estudiar la Palabra de Dios, no tanto porque sea simple y aburrida sino porque es trabajo. Nuestro problema no es de falta de inteligencia o de pasión; nuestro problema es que somos perezosos.

 

Karl Barth, el famoso teólogo suizo, escribió en una ocasión que todo el pecado encuentra sus raíces en tres problemas humanos básicos. En su lista de pecados rudimentarios incluyó los pecados del orgullo (hubris), la falta de honestidad, y la pereza. Ninguna de estas maldades básicas queda erradicada instantáneamente por medio de la regeneración espiritual. Como cristianos debemos luchar contra estos problemas por medio de un completo peregrinaje. Ninguno de nosotros es inmune. Si vamos a tratar con la disciplina del estudio de la Biblia, debemos reconocer desde el principio que vamos a necesitar de la gracia de Dios para perseverar.

 

El problema de la pereza ha estado con nosotros desde la maldición de la caída. Ahora nuestro trabajo está mezclado con sudor. Crecen con más facilidad las malas hierbas que el pasto.

 

-Es más fácil leer el periódico que estudiar la Biblia-.

 

Yo podría tratar de convencerlos de estudiar la Biblia para su edificación personal. Podría tratar, mediante el arte de la persuasión, de estimular su búsqueda de la felicidad.

 

Podría decir que el estudio de la Biblia probablemente sería la experiencia educacional más satisfactoria y ventajosa de toda su vida. Podría citar numerosas razones por las que saldría beneficiado de un estudio serio de la Escritura. Pero, en última instancia, la razón principal por la que debemos estudiar la Biblia es porque es nuestro deber.

 

Si la Biblia fuese el libro más aburrido, insípido, y menos interesante del mundo, y aparentemente irrelevante, aun así, sería nuestro deber estudiarla. Si su estilo literario fuese torpe y confuso, el deber seguiría existiendo. Vivimos como seres humanos bajo una obligación por mandato divino de estudiar diligentemente la Palabra de Dios. Él es nuestro Soberano; es su Palabra y Él nos ordena que la estudiemos. Un deber no es una opción. Si aún no ha empezado a responder a esa orden, entonces necesita usted pedirle a Dios que lo perdone y tomar la resolución de llevar a cabo su deber desde este día en adelante.